Mi vecino Totoro es una películas más personales de Miyazaki. La más amada por los niños. Y —para muchos adultos, entre los que me cuento— una de sus obras cumbres.
Ambientación: Japón, en zona rural. Epoca indeterminada, presumiblemente mediados de siglo XX: no hay televisores en las casas, y hay varios rasgos de cultura "tradicional", en armonía con el tono, muy feliz pero levemente nostálgico, que evoca recuerdos de infancia.
La vida cotidiana de una familia (padre y dos niñas) que acaban de mudarse al campo. Arranca con la instalación en la nueva casa y prosigue con el descubrimiento del entorno (naturaleza, vecinos) y una visita a la madre (internada en un hospital)... Luego vendrá el descubrimiento de Totoro, la criatura que vive bajo el árbol gigante vecino, que traba amistad con las niñas, y que después prestará su ayuda ante el extravío de la hermana menor.
Si digo que es una de mis películas preferidas (animadas o no), y que son muchos los que piensan igual, que encanta a niños de tres años y a críticos refinados, probablemente aquel que no la haya visto se hará una idea falsa y se llevará una decepción; porque es una película muy simple y humilde, y es grande en su misma pequeñez. Es una película contemplativa, lenta, llena de silencios. Contrasta con mi otra preferida: "El viaje de Chihiro"; "Totoro" no tiene la riqueza exhuberante (de concepción y realización) de aquella, y por lo mismo tampoco tiene sus "disonancias" o rasgos chocantes. La perfección de "Totoro" es esa propia de las obras materialmente pequeñas y elementales. No abruma, no encadila; uno se enamora sin darse cuenta.
Dejando por un momento aparte las virtudes más generales del estudio Ghibli, tal vez la virtud más característica de Totoro sea el gozo y a partir del 9 de diciembre, todos los seguidores de este ser tan peculiar, no dudaremos en adquirir esta pelicula que ha tardado 20 años en editarse para todo el mundo.
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